Es tonto cavilar pedantemente sobre la fabricación de objetos
(material visual, juguetes o libros) que sean aptos para niños. Desde la
Ilustración, ésta es una de las especulaciones más enmohecidas de los
pedagogos. Su afición por la psicología les impide advertir que la
tierra está llena de los más incomparables objetos de atención y uso
para chicos. Y de los más determinados. Pues los niños se inclinan
especialmente por visitar cualquier lugar de trabajo en donde sea
visible el accionar sobre las cosas. Sienten una atracción irresistible
por los desechos que generan la construcción, el trabajo en el jardín o
en la casa, la costura y la carpintería. En estos productos residuales
reconocen el rostro que el mundo de los objetos les muestra a ellos y
sólo a ellos. Con estos desechos, en el juego, no reproducen las obras
de los adultos, sino que ponen en nueva e inesperada relación materiales
heterogéneos. De este modo los niños construyen por sí mismos su mundo
objetual, uno pequeño dentro del grande. Habría que tener presentes las
normas de este pequeño mundo cuando se quiera hacer algo deliberadamente
para niños.
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